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miércoles, 19 de julio de 2017

Iglesia de San Luis de los Franceses, -III. La iglesia, segunda parte.

Hemos llegado ante el retablo Mayor. Grande, muy grande; y barroco, muy barroco. Una auténtica joya, en la que Duque Cornejo combinó, con singular maestría,  una abigarrada serie de diferentes elementos: cuadros sobre lienzo, sobre tabla, cortinajes, espejos, relicarios, esculturas.

Retablo Mayor.
No se articula, como es habitual en este período, mediante estípites ni columnas salomónicas; tan solo un atisbo de pilastras ondulantes, que se transforman en fustes estriados helicoidales. La decoración menuda sí es la imperante, contado con hojas de cardo, racimos de uvas, numerosas flores de lis y otros tipos de adornos vegetales.
Zona central del retablo.
En tan grande máquina, el autor reunió las numerosas pinturas procedentes del legado de Francisco de Lelio Levanto, arcediano de Niebla, ecléctico coleccionista de obras de los siglos XVII y XVIII y mecenas de la Orden. El criterio seguido es simplemente simétrico, sin más estructura. En el ático vemos un gran dosel, rematado por la corona real, sobre un óvalo con el retrato de San Ignacio, bajo el que se sitúa el de Luis IX, la mayor de las pinturas del retablo, de la escuela de Zurbarán o del mismo maestro, escoltada por las representaciones de medio cuerpo de San Fernando y San Hermenegildo.
Inmaculada. Anónimo, siglo XVII.
El resto de pinturas no obedece a un programa concreto, aunque se procuró colocar a cada lado temas relacionados entre sí. De esta forma, en el lado izquierdo podemos ver las cabezas degolladas de San Juan Bautista y San Pablo, santos jesuitas como San Francisco de Borja y San Francisco Javier, acompañados de San Félix de Cantalicio con San Pascual Baylon y San Francisco de Asís con San Antonio de Padua. En el centro aparecen San Pío V, Santa María Magdalena, una representación de Cristo Sacerdotal y una Virgen con el Niño.
Virgen de Belén. Escuela italiana, siglo XVII.
En la fila del lado opuesto contemplamos, de abajo arriba, un Ecce Homo formando pareja con una Dolorosa, la Sagrada Familia y la Virgen con Santa Isabel, la Virgen Desairada, otra Virgen con el Niño, dos nuevos jesuitas, San Francisco Régis y San Luis Gonzaga, terminando con San Felipe Neri y un santo jerónimo desconocido.
Altar de la Capilla Mayor.
La línea vertical central se inicia, en la zona inferior, con un sagrario, sobre el que se sitúa un pequeño relieve con la escena de la muerte de San Francisco Javier y, sobre este, el cuadro de la Virgen con el Niño, conocida como Virgen de Belén, enmarcada con espejos. Más arriba, una Inmaculada de pequeño tamaño y luego el ya nombrado retrato de San Luis.
Uno de los dos ángeles lampadarios, restaurados recientemente por Jesús Mendoza, con cargo a la Diputación Provincial (3.000 €).
Visto el Mayor, el retablo de San Ignacio de Loyola, a nuestra izquierda, es el siguiente en nuestro camino. Es curioso que, tratándose del fundador de la Orden, su retablo sea de los pequeños, aunque he leído que la colocación de los mismos en el templo viene dada por la antigüedad de sus respectivas fechas de canonización, teoría que tampoco me cuadra demasiado.
Retablo de San Ignacio de Loyola.
Nos muestra la escena en la cueva de Manresa, con el santo arrodillado, en pleno arrobamiento. Se trata del lugar en el que, al decir de muchos, recibió la primera inspiración divina de lo que más tarde serían sus influyentes Ejercicios EspiritualesEn el remate podemos ver un cáliz con las siglas IHS, adoptadas por San Ignacio como emblema del
 instituto.
Pinturas laterales del retablo de San Ignacio de Loyola.
Altar del retablo.
El brazo de la cruz griega correspondiente al lado del Evangelio aloja el retablo de San Francisco de Borja, gemelo, como hemos comentado antes, del de San Estanislao de Kotska, realizado igualmente por Pedro Duque Cornejo.
El santo se nos presenta con el pie derecho sobre el orbe terráqueo y portando un cráneo con corona en la mano izquierda, que simboliza el horror sufrido cuando fue comisionado para trasladar el cuerpo de la emperatriz Isabel de Portugal desde Toledo hasta el mausoleo de los Reyes Católicos, en Granada. Se cuenta que cuando la comitiva llegó a la ciudad de la Alhambra, hubo de abrirse el ataúd para identificar el cadáver. Al contemplar el cuerpo en putrefacción de la emperatriz, el de Borja (al parecer, enamorado platónicamente de la fallecida), quedó tan impresionado que prometió "nunca más servir a señor que se pueda morir", lo que le decidió a dedicar su vida a Dios.
San Francisco de Borja.
En la parte superior del retablo vemos el escudo de armas del arzobispo Luis de Salcedo Azcona, mecenas de la iglesia de San Luis y, en concreto, de la totalidad de este retablo, que costeó con una cantidad de 4.000 ducados. Alrededor de la figura del santo, pinturas con escenas de su vida.
Altar del retablo de San Francisco de Borja.
Francisco de Borja y Aragón, descendiente de reyes y papas, era otro personaje noble (característica bastante habitual en los santos jesuitas) que, en este caso, sirvió a Carlos I en diversos puestos de la Corte, hasta llegar a ser privado del emperador. Tras el episodio del traslado del cuerpo de la emperatriz, fue nombrado virrey de Cataluña pero, tras el fallecimiento de su esposa, Leonor de Castro, ingresó en la Compañía de Jesús. Llegó a ser Padre General de la Orden, modificando sustancialmente las reglas iniciales y dedicando grandes esfuerzos a la expansión en el Nuevo Mundo y a la fundación de nuevos colegios, que aumentaron de 50 a 163 en apenas dieciocho años.  
Con el retablo de San Luis Gonzaga finalizamos la visita de la nave de la iglesia. La imagen principal fue realizada poco después de la canonización del santo, que tuvo lugar en 1.727. Está considerada como una de las más valiosas del templo, siendo destacable el suave movimiento aparente de los ropajes, como si estuvieran mecidos por un viento que les transmitiera vida propia. En la hornacina del ático del retablo se encuentra un busto de Ecce-Homo, obra de Pedro de Mena, autor igualmente de la Dolorosa que hemos visto en el retablo de San Juan Francisco Régis.
Retablo de San Luis Gonzaga.
Luis Gonzaga fue un religioso italiano nacido en el seno de familia noble, hijo del gobernador de Monferrato,  a las órdenes del duque de Mantua. La duquesa, Leonor de Austria, debido a una dolencia hepática del joven, le obligó a seguir una severa dieta, prestándole la atención de una madre. Esta dieta forjó un carácter austero en el muchacho, que le serviría de gran manera en su posterior vida religiosa. En la corte ducal, cuando tenía doce años, recibió la primera comunión de manos de San Carlos Borromeo.
San Luis Gonzaga.
Se trasladó a Madrid acompañando a su padre, y fue, junto a su hermano Rodolfo, paje del príncipe don Diego, heredero de Felipe II. En la corte española, el Libro de la oración y meditación, de fray Luis de Granada, le impactó grandemente, adoptándolo como guía de vida interior.
Pinturas laterales.
Parte superior del retablo de San Luis Gonzaga, con el Ecce-Homo de Pedro de Mena.
Altar del retablo.
La peste de 1.590 hizo estragos en Roma, causando la muerte de tres papas, Sixto V, Urbano VII y Gregorio XIV. Luis atendió con heroísmo a los apestados en San Juan de Letrán y en la iglesia del Gesú, donde contrajo la enfermedad. Moría a los 23 años.
La espera para visitar el templo, aunque ha sido larga, demasiado, ha valido la pena. En su estado actual consigue los objetivos para los que fue creada: sorprender, maravillar y sobrecoger al visitante; hacerle comprender la grandeza de Dios a través de sus más fieles soldados, la Compañía de Jesús.

Absolutamente recomendable para hacerse una idea de conjunto es el visionado del vídeo https://www.youtube.com/watch?v=2VvG9zPvZyA, realizado por Rafael Burgos durante la visita que la Asociación Cultural Albariza realizó el pasado mes de diciembre.
P.D.: Hemos finalizado el recorrido de la iglesia, que no la visita. Aún nos queda la Cripta y la Capilla Doméstica, con su sacristía incluida.


Aquí se pueden leer el resto de entradas correspondientes a esta iglesia:

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